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El Libro - Sebastián L. Velo  

Posted by Carmilla in , ,

“...das Naturrecht oder...si estás leyendo estas líneas, debo decirte que ya es demasiado tarde. En realidad, mi consejo sería que cierres el libro en forma inmediata y corras lo más rápido posible escaleras abajo. Pero como ya habrás notado te es imposible separar tus manos del libro. No deberías haber tomado esa circunstancia como producto de la fascinación por las antiguas fórmulas mágicas que estabas leyendo hasta hace un momento. De hecho, si lo intentas (y puedo asegurarte que lo intentarás) verás que no puedes moverte. La única ayuda que puedo ofrecerte, es darte una pequeña explicación de lo que te está ocurriendo. El libro que sostienes, y por el que con seguridad tanto has buscado en bibliotecas privadas, en librerías ocultas en calles ignotas de ciudades antiguas, en mercados del Medio Oriente, te ha atrapado. Yo mismo lo busqué durante años con una tenacidad rayana en la obsesión y cuando finalmente logré encontrarlo, lo traje aquí, a esta casa que perteneciera a mi familia durante generaciones, para dedicar el resto de mis días al estudio de sus invocaciones y encantamientos. Así, a medida que me adentraba en los conocimientos arcanos que encierra, el libro se convirtió en mi única razón de existencia. Poco a poco las horas de estudio interrumpido se transformaron en días, en meses, en años. Los pocos amigos que tenía intentaron en vano sacarme del ostracismo, pero al ver que todos sus esfuerzos eran infructuosos optaron por dejarme solo. Uno a uno despedí a los criados que mantenían la enorme casa, debido a que cada vez utilizaba menos sectores de esta mansión, hasta que quedé solo. Finalmente, luego de años de estudio, comprendí que mi vida –toda vida humana- resultaría demasiado corta para intentar abarcar todo el conocimiento contenido en el libro. Desesperado ante la cercanía de la muerte, ante la seguridad de que aún quedaban secretos por develar y temiendo por el futuro del libro, redoblé mis esfuerzos en desentrañar sus más oscuros enigmas. Aún recuerdo esas interminables noches (¿o eran días?) de lectura y experimentación, torturado por las imágenes de mis supuestos herederos, entrando felices en la casa, recorriendo los amplios salones con una sonrisa de satisfacción, que encontrarían el libro y lo venderían como antigüedad por un precio ruin, incapaces siquiera de sospechar su verdadera naturaleza. No podía permitir que el trabajo de tantos años se perdiera por una mera imposición biológica, ¿cómo aceptar que el hombre está condenado a morir, como lo hacen las bestias de la tierra, las aves y los peces?. Fueron los años más difíciles, y donde más de una vez me maldije a mí mismo y al borde la locura observé como mis fuerzas me abandonaban, donde pensé en destruir el libro y así evitar que cayera en otras manos que no fueran las mías. Sin embargo, y cuando ya había perdido toda esperanza, el libro me aceptó...comprendí que el mayor secreto que guardaba era que podía ser parte de él, convertirme en él, ser él....y así vivir por siempre. El libro se convirtió en mi hogar, mi mundo, mi vida. Sin embargo (ninguna felicidad es completa) al poco tiempo comprendí que necesitaba alimentarme, que mi “cuerpo” no encontraba sustento. Nuevamente, el terror y la desesperación se apoderaron de mí, no ya por temor a la muerte, sino a sufrir un hambre interminable, una agonía eterna, una tortura desconocida por cualquier ser humano. El hambre atroz destruyó mi espíritu y sumió a mi cerebro en la oscuridad. Las imposiciones biológicas me habían atrapado otra vez... Aborrecí de la naturaleza del hombre, de la dualidad de bestia y genio, enloquecí y finalmente esperé....Esperé a que alguien me encontrara, me leyera y me alimentara.....”

El Fantasma - Manuel Martinez Marí (Hesperio)  

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El hombre estaba acostado en la cama, soportando el mismo tormento de todas las noches: el cuarto de baño goteaba con un clic-clic continuo, algún objeto caía al suelo, una puerta chirriaba... escuchaba murmullos que al principio atribuyó al viento o a las voces de los vecinos; sonaban pasos a medianoche, que él quería atribuir a los vecinos de arriba. Algunas veces, ya en la claridad del día, echaba de menos algunos objetos, misteriosamente desaparecidos por la noche, o aparecían cambiados de sitio. Llevaba seis meses viviendo en esa vieja casa desde que se separó de su mujer, y ya había decidido mudarse, pero aún tendría que soportar esa noche en aquella casa maldita.
El hombre se durmió, pero le despertó la dichosa vejiga, sentía ganas de hacer pis. “No, decididamente no, -pensaba- esperaré a que amanezca, no debe faltar mucho.” El hombre miró su reloj, las tres y media de la madrugada, creía que serían al menos las cinco. Intentó dormirse, pero la vejiga le estallaba. Cansado de soportarlo, se incorporó y encendió la luz; se sintió mejor cuando la claridad liberó su cuarto de tinieblas. El viento murmuraba sobre las ventanas, afuera maullaba un gato, un coche pasaba por la calle, pero el sonido más fuerte, más insistente, era ese goteo infernal que provenía del cuarto de baño.
El hombre salió al pasillo, iba despacio, temeroso de cada sombra que se deslizaba en esa opaca oscuridad. Al fondo una oscuridad más gris señalaba el cuarto de baño, donde entraba una lívida luz del exterior. Aquel sitio olía a humedad ponzoñosa y malsana, y el clic-clic persistente le ponía nervioso. Impulsado por su propia urgencia, el hombre olvidó su miedo, se metió en el baño y abrió rápidamente la tapa del water, aliviándose a gusto.
Sólo después sintió aquella humedad de baño más opresiva y fría que nunca, el suelo estaba encharcado, y notaba un olor nauseabundo. Salió al pasillo, recorría aquel oscuro espacio como alguien que tuviese que pasar por un camino plagado de tarántulas y escorpiones. Las sombras se le hacían opresivas, casi sólidas. Un reguero de agua iba desde el baño hasta su habitación, antes no lo había visto. Al fondo la luz, la seguridad de su habitación, y corrió hacia su cuarto como un náufrago que encontrase la isla donde refugiarse.
Entonces advino el horror máximo. Allí, en su misma cama, había alguien tumbado, la sangre se le congeló en las venas... ¡Ese hombre era él mismo! Inmóvil de horror, contempló a su doble yaciendo en su cama; algo le distinguía de él, aquello estaba mojado, y de su cuerpo en pijama le chorreaba agua, las gotas caían incesantes al suelo, clic-clic... Durante noches interminables había esperado que apareciese por fin el fantasma, pero lo imaginaba como una sombra en la oscuridad, no transformado en esa obscenidad irreal. Pero ya era tarde para escapar, su doble se había levantado y lo miraba a los ojos, era como verse en un espejo. Una sonrisa de malignidad no humana se dibujó en el rostro de aquel ser, y de su boca no cesaban de manar gotas de agua. El hombre retrocedió fuera de la habitación, se sintió entonces atrapado en medio de una perversa oscuridad congelada, sus fuerzas se le salían del cuerpo, cayó al suelo, sudaba en goteos incesantes, lentamente se iba licuando, y lo que había sido sólido soporte corporal iba desapareciendo, tragado por la oscuridad.