El Fantasma - Manuel Martinez Marí (Hesperio)  

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El hombre estaba acostado en la cama, soportando el mismo tormento de todas las noches: el cuarto de baño goteaba con un clic-clic continuo, algún objeto caía al suelo, una puerta chirriaba... escuchaba murmullos que al principio atribuyó al viento o a las voces de los vecinos; sonaban pasos a medianoche, que él quería atribuir a los vecinos de arriba. Algunas veces, ya en la claridad del día, echaba de menos algunos objetos, misteriosamente desaparecidos por la noche, o aparecían cambiados de sitio. Llevaba seis meses viviendo en esa vieja casa desde que se separó de su mujer, y ya había decidido mudarse, pero aún tendría que soportar esa noche en aquella casa maldita.
El hombre se durmió, pero le despertó la dichosa vejiga, sentía ganas de hacer pis. “No, decididamente no, -pensaba- esperaré a que amanezca, no debe faltar mucho.” El hombre miró su reloj, las tres y media de la madrugada, creía que serían al menos las cinco. Intentó dormirse, pero la vejiga le estallaba. Cansado de soportarlo, se incorporó y encendió la luz; se sintió mejor cuando la claridad liberó su cuarto de tinieblas. El viento murmuraba sobre las ventanas, afuera maullaba un gato, un coche pasaba por la calle, pero el sonido más fuerte, más insistente, era ese goteo infernal que provenía del cuarto de baño.
El hombre salió al pasillo, iba despacio, temeroso de cada sombra que se deslizaba en esa opaca oscuridad. Al fondo una oscuridad más gris señalaba el cuarto de baño, donde entraba una lívida luz del exterior. Aquel sitio olía a humedad ponzoñosa y malsana, y el clic-clic persistente le ponía nervioso. Impulsado por su propia urgencia, el hombre olvidó su miedo, se metió en el baño y abrió rápidamente la tapa del water, aliviándose a gusto.
Sólo después sintió aquella humedad de baño más opresiva y fría que nunca, el suelo estaba encharcado, y notaba un olor nauseabundo. Salió al pasillo, recorría aquel oscuro espacio como alguien que tuviese que pasar por un camino plagado de tarántulas y escorpiones. Las sombras se le hacían opresivas, casi sólidas. Un reguero de agua iba desde el baño hasta su habitación, antes no lo había visto. Al fondo la luz, la seguridad de su habitación, y corrió hacia su cuarto como un náufrago que encontrase la isla donde refugiarse.
Entonces advino el horror máximo. Allí, en su misma cama, había alguien tumbado, la sangre se le congeló en las venas... ¡Ese hombre era él mismo! Inmóvil de horror, contempló a su doble yaciendo en su cama; algo le distinguía de él, aquello estaba mojado, y de su cuerpo en pijama le chorreaba agua, las gotas caían incesantes al suelo, clic-clic... Durante noches interminables había esperado que apareciese por fin el fantasma, pero lo imaginaba como una sombra en la oscuridad, no transformado en esa obscenidad irreal. Pero ya era tarde para escapar, su doble se había levantado y lo miraba a los ojos, era como verse en un espejo. Una sonrisa de malignidad no humana se dibujó en el rostro de aquel ser, y de su boca no cesaban de manar gotas de agua. El hombre retrocedió fuera de la habitación, se sintió entonces atrapado en medio de una perversa oscuridad congelada, sus fuerzas se le salían del cuerpo, cayó al suelo, sudaba en goteos incesantes, lentamente se iba licuando, y lo que había sido sólido soporte corporal iba desapareciendo, tragado por la oscuridad.

This entry was posted on sábado, julio 21, 2007 at 4:32 p. m. and is filed under , , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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