Carne de perro - Elena del Hoyo  

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El ratón se ha metido en el túnel para buscar alguna raíz que comer protegido por la oscuridad y la estrechez del lugar, pero la rata lo sabe. Caza al ratón y lo devora. Empieza a comérselo aún vivo, royéndole las patas y los cuartos traseros, hasta que el ratón muere. Pero el gato de orejas grises también sabe que en el túnel encontrará ratas y ratones, así que espera, sigiloso, a que la rata salga de la oscuridad húmeda del túnel a la oscuridad de la luna, y entonces salta sobre la sombra gris. Lo que no espera el gato es que hoy ronden por aquí los perros salvajes. Han venido por casualidad, pero le han olido. El gato intenta escabullirse demasiado tarde y es despedazado por la jauría asilvestrada con la cola de la rata balanceándose aún en su boca.

Una furgoneta en punto muerto se acerca hasta la boca del túnel. De ella bajan dos hombres armados con escopetas y redes; algunos perros gruñen, aúllan, ladran, otros alcanzan a escapar y tras una breve refriega el lugar queda desierto y en silencio.

La furgoneta hace su descarga diaria en la puerta trasera del Hotel, la de la cocina. Hoy, en el Hotel, el Ministerio agasaja a una nueva Delegación extranjera con lo que consideran el más selecto de los manjares, y les van explicando: razas, tipos de preparación, -con col, con soja, con pimientos- mientras les dan los trozos de carne blanca de perro alimentado con gato, con rata, con ratón. Comen, y con el último bocado, alguno de los miembros de la Delegación -y también alguno de los funcionarios del Ministerio- siente deslizándose por su piel la mirada de unos ojos invisibles que acechan en la oscuridad…

This entry was posted on sábado, julio 21, 2007 at 5:05 p. m. and is filed under , , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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